Semana 38, en casa y en guardia, sólo esperando.
El miércoles antes de parir (a mi esposo no le gusta la palabrita), tuve mi último chequeo médico. Todo iba progresando bien: bebé encajada, placenta en buen estado, suficiente líquido amniótico y el gran protagonista señor cuello uterino borrándose, pero aún posterior. ¿Qué es eso?, ¿Otro reto para mi y otra cosa más en qué pensar?.
Revisé mis libros y tanto ellos como mi doctor decían que no había de qué preocuparse, en multíparas (o sea que tuvo más de un parto) el cuello se pone anterior hasta una semana antes de la fecha probable (semana 39 aproximadamente).
Desterré cualquier preocupación de mi cabeza, me puse en posición "aaaoooommm a mi nada me nada nadie" y seguí.
Era Semana Santa, así que según mi doctor, tenía para rato pero igual quería estar seguro porque se iría a Mala a pasar el feriado.
Ese jueves quedamos en salir al parque con mi prima Paola, Rami, el Awelo y Santi.
Era lo que necesitaba, un poco más de relajo los últimos días.
Jugamos un rato en el parque, luego fuimos a su casa a almorzar y nos dijeron para pasar el viernes en Mala en la granja de un amigo del Awelo. No lo pensamos dos veces y aceptamos. Total, si algo pasaba, mi doctor estaba en Mala también 😝.
Salimos (no tan temprano porque el Awelo se fue a poner regio a la pelu... sí, que antojo, en Viernes Santo) y llegamos a la hora del almuerzo.
Sombrero roto 😕 |
Rami asomando |
Conversaciones profundas |
Paseo con gansos (Foto por Paola Argüelles) |
Felicidad |
Amor |
Y tapón mucoso cayéndose!! (Foto por Paola Argüelles) |
Así como leen. Mi trabajo de parto empezó en Mala durante la tarde. Fui al baño y ahí estaba el tapón, cayéndose. Sentía contracciones también, pero no tenían ni ritmo ni patrón, así que pensé que podía venir al día siguiente como en el transcurso de la semana.
Salimos ya de noche del lugar y llegué a casa bastante cansada pero contenta. Las contracciones seguían. Me dormí.
Esa noche tuve un sueño, soné que desperté y que la cabeza de Vera estaba entre mis piernas, lista para dar el pujo final y que nazca, podía tocarla con mis manos y sentí mucha paz. En ese momento supe que nacería ese día. Era sábado.
No me asusté ni alarmé. Tomé esa premonición con amor y me eché a descansar durante la mañana y parte de la tarde. Avisé a mi doctor y me dijo que esté atenta a mis contracciones y que lo actualice cada cierto tiempo.
Alrededor de las 4 p.m., le escribo a mi doctor y le cuento que el tiempo entre contracciones se estaba acortando.
Me baje una app para contar contracciones y aun no tenían mucho ritmo a esa hora. Eran cada 10-15 minutos. Así estuve hasta casi las 9 p.m.
Para entretenerme, me puse a limpiar la cocina, lavar platos, trapear, ordenar mi cuarto y así entre ayudín a la grasa le pone fin y limpia todos, mis contracciones se presentaron cada 5-10 minutos. No sentía dolor, solo la sensación de cólico menstrual.
A las 9:30 p.m. mi doctor me dijo que como ya estaban bastante cercanas, podía ir a la clínica para que me revisen. Llegué a la clínica alrededor de las 10 p.m. y caminando. Subí al tercer piso y las obstetras y el médico de turno me atendieron. Estuve casi una hora con el monitor. Me hicieron un "tacto" y no estaba dilatando, mi cuello seguía posterior. ¿Y ahora? 🙈 Nada, solo ir a casa a esperar o quedarme ahí. Decidí irme a casa y me dijeron que vuelva cuando sienta el doble de dolor y las contracciones sean cada tres minutos.
Llegué a casa a las 11 p.m., así que cogí mi pelota y empecé a recibir las contracciones sentada ahí. Cada minuto el dolor se hacía más intenso y las contracciones se acortaban. La pelota ya no me ayudaba mucho. Me arrodillé y estuve a gatas un rato, apoyada en la pelota, me mecí, vocalicé un fuerte aaaahhhhh. Esa posición ya no me ayudaba tampoco. Me colgué de Lucho, mi esposo. Nada. Me eché de lado y eso pareció calmarme. Trataba de mantener mis respiraciones y de vocalizar pero el dolor lo sentía cada vez más intenso y entré un poco en pánico. Sentí la necesidad de que alguien presionara mi vientre hacia arriba en cada contracción pero no se me ocurrió usar un rebozo o algo similar.
Pedí casi a gritos ir a la clínica, el dolor me resultaba insoportable. Nada de lo que hiciera me estaba ayudando. Solo entraba en calma cuando Lucho me pedía que me enfoque y que respire mientras me daba la mano, pero sentía que en cualquier momento la bebita podía nacer.
Llegamos a la clínica alrededor de la media noche y subí al tercer piso en silla de ruedas. No había pasado ni una hora desde que me fui y al revisarme estaba en 4 de dilatación y mi cuello ya estaba anterior. Llamaron a mi doctor para que venga a la clínica. Sentía mucho dolor.
Me colocaron la epidural cerca de la 1 a.m. y estuve tranquila hasta casi las 2 a.m. Mi doctor llegó a esa hora y ya estaba en ocho de dilatación. Al parecer, me estanqué ahí, claro, la anestesia hace retrasar el parto, así que me sugirieron colocar oxitocina. Dudé un poco, pero como ya estaba con anestesia, accedí. Me arrepentí a los treinta segundos. A pesar de la anestesia, el dolor se intensificó. Mi cuerpo metaboliza todo muy rápido, así que pegué un grito y le dije a la obstetra "¡sácame eso en este momento!" La obstetra retiró la medicación pero el dolor continuaba. El efecto de la anestesia se había ido.
Pedí a gritos otra epidural, pero mientras venía el doctor, el dolor seguía y fue ahí cuando entré en real desesperación. Solo me calmaba cuando venía Lucho y me ayudaba a enfocarme y a respirar. Le pedía que por favor me ayude. La anestesia se estaba demorando en hacer efecto y en ese momento solo pedía que me quiten el dolor hasta que entré en una especie de trance. De pronto el dolor se convirtió en algo similar al valor. Lo seguía sintiendo pero ya no me daba miedo. Mi doctor me decía que lo mirara, el dolor se controlaba. Ya había pasado casi una hora. Eran casi las 3 a.m.
Sentí ganas de pujar y me dijeron que puje si quería hacerlo (tenía en la cabeza la idea del parto con un pujo dirigido como fue el primero y me esperaba que me dijeran que no puje aun, pero todo fue muy respetuoso). Pujé cada vez que tuve ganas hasta que mi bebita coronó.
Hasta ese momento no había "roto fuente". El saco amniótico estaba intacto y pude sentirlo. Pedí a mi esposo que tome una foto y ahí lo vi. Nacarado, traslúcido. Tuvieron que cortarlo (siempre previa información) porque Vera, mi bebé, venía con una vuelta de cordón al cuello. Era necesario retirar el cordón de su cuello ni bien naciera para evitar que se estrangule y le falte el oxígeno (hasta ese momento su fuente de oxigeno era la placenta) mientras salga por el canal, ya que no se puede determinar el largo del cordón y al salir el bebé puede jalarlo.
Muy a mi pesar, tuve que estar de acuerdo porque según ciertas creencias, las personas que nacen con el saco intacto tienen mucha suerte en la vida. Ella había elegido nacer así, pero no quise correr riesgos. Busqué información si la maniobra estuvo sustentada o pudo nacer así, con su saco, pero no encontré nada al respecto.
Luego todo vino muy rápido. El dolor continuaba pero se aminoraba con cada pujo. La anestesia nunca hizo efecto (lo cual agradecí). Cada contracción me acercaba a tener a Vera en mis brazos y pude sentir como poco a poco iba bajando. Pedí que me pongan lo más vertical que toleré, me agarré de los estribos y la pujé, solo me dejé llevar (primero la pujé tal cual mi instinto, sin tomar aire y aguantarlo mas bien soltando aire, pero no estaba funcionando así que tuve que volver al pujo tal cual me habían enseñado, tomando aire). Sentí mucha euforia, algo así como un éxtasis y de pronto una sensación de quemazón en el periné.
Literalmente sentí como si me estuviera quemando y grité: ¡Me quema, me quema!*. Sentí cómo me estaba abriendo por dentro y lo que vino después fue una mezcla de euforia, emoción y alegría. Es increíble cómo el dolor puede ser hermoso. Así lo sentí, un dolor maravilloso. Es muy difícil de explicar.
Ni bien su cabecita salió, dio su primer llanto. Cuando terminó de salir, lo único que quise fue tenerla conmigo y dije: ¡Dame a mi hija! y extendí los bazos.
Y ahi están mis manos, queriendo tomarla. |
Eran las 3:01 a.m. del domingo 16 de abril (en la clínica lo anotaron como 2:58 a.m.). Me la dieron antes de las 3:02 (esos segundos me parecieron eternos).
Estuvo conmigo alrededor de 10 minutos piel con piel. Lloró un poco y no quiso lactar. No podía creer el milagro que acababa de ocurrir. Vera era perfecta, tan pequeña.
Se la llevaron junto a mi cama por unos 15 minutos para examinarla, tenía hipotermia, por lo demás todo estaba bien. Cuando me la devolvieron estaba vestida, no pude continuar el piel con piel con ella por su hipotermia y a pesar de que la clínica promueve el contacto piel con piel, en casos de hipotermia visten a los bebés. Al menos eso fue lo que me dijeron en neonatología. Eran las 3:31 a.m. y empezó a lactar ni bien la coloqué en mi pecho. Tuvo un agarre muy fuerte y estuvimos casi hasta casi las 5 a.m. que nos quedamos dormidas.
Y ahi estamos, empezando por segunda vez.
Mi parto fue hermoso, así con todo y epidural y oxitocina porque yo lo decidí así. Hermoso porque a mi hija la pujé, la grité, pude sentir todo y estuve plenamente consciente. No fui víctima de violencia obstétrica esta vez. No hicieron ninguna maniobra sin informarme primero. Hermoso porque pude superar mis miedos, vencí a la Rocío que pensaba que no podía y fui la protagonista de mi parto. No me separaron de mi hija de manera innecesaria y promovieron la lactancia materna desde un inicio.
Esa sensación de pisar huevos me duró casi un mes. Todo lo que tiene que ver con Vera y Rafaella ha sido mágico.
Toda mujer debería tener la oportunidad de tener un parto de esta manera. No todas las mujeres quieren parir en su casa o en una casa de parto. Para quienes como yo, prefirieron una clínica, el tener un parto respetado debería ser algo natural. No deberíamos hablar de partos/cesáreas respetados o humanizados porque tenerlos es un derecho inherente de la madre y del bebé.
Nacer en un ambiente de amor y respeto, es un derecho. Es nuestra bienvenida al mundo.
* Esa sensación de quemazón que tuve se llama "aro de fuego". Leí esta publicación de Embarazo consciente, donde hablaban de aro de fuego y quise sentirlo sin tener claro qué cosa era, luego busqué. El aro de fuego no es más que el momento en que los musculos del periné se estiran a su máxima expresión y se siente ese fuego o quemazón. Señal de que el bebé está por salir.
Le conté a mi doctor y me escuchó incrédulo, claro, está acostumbrado a atender partos con epidural.