Lima vuelve a estar tan gris como hace años no estaba, la más gris que recordaba. Las pequeñas gotas de eso que llamamos garúa limeña caen tercamente sobre toda superficie sin pedir permiso. Estas gotas no logran despertarme del ensimismamiento en el que me encuentro y muy lejos de aquella persona que fui, me miro al espejo y la extraño.
Rodeada de gente que no conozco ni deseo conocer (tal vez no ahora), ahogada en la ganas de querer y no poder, me duele el alma y no la ignoro. Mi ánimo se fue de vacaciones por unos días y espero con ansias su retorno. En su lugar, dejó a su antípoda: el sueño envolvente, el arrullo incesante y el adormecimiento de los fines de semana (sobre todo de los domingos).
Foto: Rocío Orosco La Vera
Me gusta la garúa, me gusta el cielo gris, me llevan lejos, me remontan a otros tiempos más apasionados y más inmaduros, me mandan sus guiños, me dicen que son sólo para mí.
Jorge Drexler: Guitarra y vos