¿Qué es esto?


La vida es un cambio constante, solo queda adaptarte.



jueves, 3 de agosto de 2017

Memorias de un parto

Semana 38, en casa y en guardia, sólo esperando.
El miércoles antes de parir (a mi esposo no le gusta la palabrita), tuve mi último chequeo médico. Todo iba progresando bien: bebé encajada, placenta en buen estado, suficiente líquido amniótico y el gran protagonista señor cuello uterino borrándose, pero aún posterior. ¿Qué es eso?,  ¿Otro reto para mi y otra cosa más en qué pensar?.
Revisé mis libros y tanto ellos como mi doctor decían que no había de qué preocuparse, en multíparas (o sea que tuvo más de un parto) el cuello se pone anterior hasta una semana antes de la fecha probable (semana 39 aproximadamente). 
Desterré cualquier preocupación de mi cabeza, me puse en posición "aaaoooommm a mi nada me nada nadie" y seguí. 

Era Semana Santa, así que según mi doctor, tenía para rato pero igual quería estar seguro porque se iría a Mala a pasar el feriado. 

Ese jueves quedamos en salir al parque con mi prima Paola, Rami, el Awelo y Santi. 
Era lo que necesitaba, un poco más de relajo los últimos días. 
Jugamos un rato en el parque, luego fuimos a su casa a almorzar y nos dijeron para pasar el viernes en Mala en la granja de un amigo del Awelo. No lo pensamos dos veces y aceptamos. Total, si algo pasaba, mi doctor estaba en Mala también 😝.

Salimos (no tan temprano porque el Awelo se fue a poner regio a la pelu... sí, que antojo, en Viernes Santo) y llegamos a la hora del almuerzo.

Sombrero roto 😕
Pasamos un lindo día, riéndonos un montón. Los chicos jugaron en la "piscina", con los animales y corretearon en libertad.

Rami asomando
Conversaciones profundas
Paseo con gansos (Foto por Paola Argüelles)
Felicidad
Amor

Y tapón mucoso cayéndose!! (Foto por Paola Argüelles)

Así como leen. Mi trabajo de parto empezó en Mala durante la tarde. Fui al baño y ahí estaba el tapón, cayéndose. Sentía contracciones también, pero no tenían ni ritmo ni patrón, así que pensé que podía venir al día siguiente como en el transcurso de la semana. 

Salimos ya de noche del lugar y llegué a casa bastante cansada pero contenta. Las contracciones seguían. Me dormí.

Esa noche tuve un sueño, soné que desperté y que la cabeza de Vera estaba entre mis piernas, lista para dar el pujo final y que nazca, podía tocarla con mis manos y sentí mucha paz. En ese momento supe que nacería ese día. Era sábado. 
No me asusté ni alarmé. Tomé esa premonición con amor y me eché a descansar durante la mañana y parte de la tarde. Avisé a mi doctor y me dijo que esté atenta a mis contracciones y que lo actualice cada cierto tiempo.
Alrededor de las 4 p.m., le escribo a mi doctor y le cuento que el tiempo entre contracciones se estaba acortando.  
Me baje una app para contar contracciones y aun no tenían mucho ritmo a esa hora. Eran cada 10-15 minutos. Así estuve hasta casi las 9 p.m.
Para entretenerme, me puse a limpiar la cocina, lavar platos, trapear, ordenar mi cuarto y así entre ayudín a la grasa le pone fin y limpia todos, mis contracciones se presentaron cada 5-10 minutos. No sentía dolor, solo la sensación de cólico menstrual. 


A las 9:30 p.m. mi doctor me dijo que como ya estaban bastante cercanas, podía ir a la clínica para que me revisen. Llegué a la clínica alrededor de las 10 p.m. y caminando. Subí al tercer piso y las obstetras y el médico de turno me atendieron. Estuve casi una hora con el monitor. Me hicieron un "tacto" y no estaba dilatando, mi cuello seguía posterior. ¿Y ahora? 🙈 Nada, solo ir a casa a esperar o quedarme ahí. Decidí irme a casa y me dijeron que vuelva cuando sienta el doble de dolor y las contracciones sean cada tres minutos.

Llegué a casa a las 11 p.m., así que cogí mi pelota y empecé a recibir las contracciones sentada ahí. Cada minuto el dolor se hacía más intenso y las contracciones se acortaban. La pelota ya no me ayudaba mucho. Me arrodillé y estuve a gatas un rato, apoyada en la pelota, me mecí, vocalicé un fuerte aaaahhhhh. Esa posición ya no me ayudaba tampoco. Me colgué de Lucho, mi esposo. Nada. Me eché de lado y eso pareció calmarme. Trataba de mantener mis respiraciones y de vocalizar pero el dolor lo sentía cada vez más intenso y entré un poco en pánico. Sentí la necesidad de que alguien presionara mi vientre hacia arriba en cada contracción pero no se me ocurrió usar un rebozo o algo similar. 
Pedí casi a gritos ir a la clínica, el dolor me resultaba insoportable. Nada de lo que hiciera me estaba ayudando. Solo entraba en calma cuando Lucho me pedía que me enfoque y que respire mientras me daba la mano, pero sentía que en cualquier momento la bebita podía nacer.

Llegamos a la clínica alrededor de la media noche y subí al tercer piso en silla de ruedas. No había pasado ni una hora desde que me fui y al revisarme estaba en 4 de dilatación y mi cuello ya estaba anterior. Llamaron a mi doctor para que venga a la clínica. Sentía mucho dolor.

Me colocaron la epidural cerca de la 1 a.m. y estuve tranquila  hasta casi las 2 a.m. Mi doctor llegó a esa hora y ya estaba en ocho de dilatación. Al parecer, me estanqué ahí, claro, la anestesia hace retrasar el parto, así que me sugirieron colocar oxitocina. Dudé un poco, pero como ya estaba con  anestesia, accedí. Me arrepentí a los treinta segundos. A pesar de la anestesia, el dolor se intensificó. Mi cuerpo metaboliza todo muy rápido, así que pegué un grito y le dije a la obstetra "¡sácame eso en este momento!"  La obstetra retiró la medicación pero el dolor continuaba. El efecto de la anestesia se había ido. 

Pedí a gritos otra epidural, pero mientras venía el doctor, el dolor seguía y fue ahí cuando entré en real desesperación. Solo me calmaba cuando venía Lucho y me ayudaba a enfocarme y a respirar. Le pedía que por favor me ayude. La anestesia se estaba demorando en hacer efecto y en ese momento solo pedía que me quiten el dolor hasta que entré en una especie de trance. De pronto el dolor se convirtió en algo similar al valor. Lo seguía sintiendo pero ya no me daba miedo.  Mi doctor me decía que lo mirara, el dolor se controlaba. Ya había pasado casi una hora. Eran casi las 3 a.m.

Sentí ganas de pujar y me dijeron que puje  si quería hacerlo (tenía en la cabeza la idea del parto con un pujo dirigido como fue el primero y me esperaba que me dijeran que no puje aun, pero todo fue muy respetuoso). Pujé cada vez que tuve ganas hasta que mi bebita coronó. 

Hasta ese momento no había "roto fuente". El saco amniótico estaba intacto y pude sentirlo. Pedí a mi esposo que tome una foto y ahí lo vi. Nacarado, traslúcido. Tuvieron que cortarlo (siempre previa información) porque Vera, mi bebé, venía con una vuelta de cordón al cuello. Era necesario retirar el cordón de su cuello ni bien naciera para evitar que se estrangule y le falte el oxígeno (hasta ese momento su fuente de oxigeno era la placenta) mientras salga por el canal, ya que no se puede determinar el largo del cordón y al salir el bebé puede jalarlo.
Muy a mi pesar, tuve que estar de acuerdo porque según ciertas creencias, las personas que nacen con el saco intacto tienen mucha suerte en la vida. Ella había elegido nacer así, pero no quise correr riesgos. Busqué información si la maniobra estuvo sustentada o pudo nacer así, con su saco, pero no encontré nada al respecto.  

Luego todo vino muy rápido. El dolor continuaba pero se aminoraba con cada pujo. La anestesia nunca hizo efecto (lo cual agradecí). Cada contracción me acercaba a tener a Vera en mis brazos y pude sentir como poco a poco iba bajando. Pedí que me pongan lo más vertical que toleré, me agarré de los estribos y la pujé, solo me dejé llevar (primero la pujé tal cual mi instinto, sin tomar aire y aguantarlo mas bien soltando aire, pero no estaba funcionando así que tuve que volver al pujo tal cual me habían enseñado, tomando aire). Sentí mucha euforia, algo así como un éxtasis y de pronto una sensación de quemazón en el periné. 
Literalmente sentí como si me estuviera quemando y grité: ¡Me quema, me quema!*. Sentí cómo me estaba abriendo por dentro y lo que vino después fue una mezcla de euforia, emoción y alegría. Es increíble cómo el dolor puede ser hermoso. Así lo sentí, un dolor maravilloso. Es muy difícil de explicar.
Ni bien su cabecita salió, dio su primer llanto. Cuando terminó de salir, lo único que quise fue tenerla conmigo y dije: ¡Dame a mi hija! y extendí los bazos.

Y ahi están mis manos, queriendo tomarla. 

Eran las 3:01 a.m. del domingo 16 de abril (en la clínica lo anotaron como 2:58 a.m.). Me la dieron antes de las 3:02 (esos segundos me parecieron eternos). 
Estuvo conmigo alrededor de 10 minutos piel con piel. Lloró un poco y no quiso lactar. No podía creer el milagro que acababa de ocurrir. Vera era perfecta, tan pequeña.   
Se la llevaron junto a mi cama por unos 15 minutos para examinarla, tenía hipotermia, por lo demás todo estaba bien. Cuando me la devolvieron estaba vestida, no pude continuar el piel con piel con ella por su hipotermia y a pesar de que la clínica promueve el contacto piel con piel, en casos de hipotermia visten a los bebés. Al menos eso fue lo que me dijeron en neonatología. Eran las 3:31 a.m. y empezó a lactar ni bien la coloqué en mi pecho. Tuvo un agarre muy fuerte y estuvimos casi hasta casi las 5 a.m. que nos quedamos dormidas. 


Y ahi estamos, empezando por segunda vez. 

Mi parto fue hermoso, así con todo y epidural y oxitocina porque yo lo decidí así. Hermoso porque a mi hija la pujé, la grité,  pude sentir todo y estuve plenamente consciente. No fui víctima de violencia obstétrica esta vez. No hicieron ninguna maniobra sin informarme primero. Hermoso porque pude superar mis miedos, vencí a la Rocío que pensaba que no podía y fui la protagonista de mi parto. No me separaron de mi hija de manera innecesaria y promovieron la lactancia materna desde un inicio. 

Esa sensación de pisar huevos me duró casi un mes. Todo lo que tiene que ver con Vera y Rafaella ha sido mágico.

Toda mujer debería tener la oportunidad de tener un parto de esta manera. No todas las mujeres quieren parir en su casa o en una casa de parto. Para quienes como yo, prefirieron una clínica, el tener un parto respetado debería ser algo natural. No deberíamos hablar de partos/cesáreas respetados o humanizados porque tenerlos es un derecho inherente de la madre y del bebé. 

Nacer en un ambiente de amor y respeto, es un derecho. Es nuestra bienvenida al mundo. 


* Esa sensación de quemazón que tuve se llama "aro de fuego". Leí esta publicación de Embarazo consciente, donde hablaban de aro de fuego y quise sentirlo sin tener claro qué cosa era, luego busqué. El aro de fuego no es más que el momento en que los musculos del periné se estiran a su máxima expresión y se siente ese fuego o quemazón. Señal de que el bebé está  por salir. 
Le conté a mi doctor y me escuchó incrédulo, claro, está acostumbrado a atender partos con epidural. 

martes, 18 de julio de 2017

Primeriza por segunda vez

Y aqui, nuevamente yo con las ganas de contarlo todo.
Para mi, ya sea hablar o escribir, ha sido catártico y me ha ayudado a procesar y entender las cosas que me pasan y ¿por qué no?, a sanar también.

Los humanos tendemos siempre a las comparaciones, por más que sabemos que son innecesarias y hasta dañinas, pero es imposible dejar de hacerlo.
Tuve mi segundo embarazo y siempre estuvo la necesidad de compararlo con el primero. ¿Sentiría lo mismo? ¿Se puede amar a dos hijos con la misma intensidad?.

Me enteré de que estaba embarazada un 24 de agosto del 2016, luego de desearlo mucho y así lo anuncié en el Instagram (seguro nadie se dio cuenta el porqué de ese corazón):


Todo pasó muy rápido. Alegría, miedo, ilusión, todo se juntó. Nuevamente, no fue igual que la primera vez. Yo estaba cuatro años mayor (no es mucho, pero igual los años suman), sería una segunda o segundo bebé. ¿Cómo haríamos?, pues nos abrazamos y Lucho soltó unas lagrimas (para variar). Yo me tocaba el vientre sabiendo que ahí estaba creciendo alguien y me necesitaba.

Desde ese día, solo cosas buenas pudieron pasar (hasta las malas fueron buenas a la larga). 
De mis amigas cercanas, solo Viviana (quelindavivi) era mamá de dos, así que le conté mis miedos y dudas y me dijo que era normal sentirlo, pero luego pasaría. Me quedé más tranquila.

Me puse a pensar todo lo que había ocurrido en ese mes. Había pasado todo agosto embarazada y yo ni cuenta. El 13 de agosto fue la marcha #NiUnaMenos #13A y fui junto a mi suegra, mi mamá, Doris y Rafaella. Tenía una semana de embarazo. 

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Luego de quedarme tranquila, me puse a esperar, no a que mi barriga crezca, sino a que lleguen las nauseas. Pensé que tal vez este embarazo sería diferente, pero no.  A fines de ese mes y ya por el cumpleaños de Lucho, las nauseas comenzaron de a pocos (olvidé por completo ese detalle cuando quedé embarazada) así que solo me preparé a que vengan y deseaba que no sean tan intensas (cuueccc ERROR).

Por esas fechas, a fines de agosto y con las nauseas creciendo pero aun tolerables, ocurrió una de esas primeras cosas maravillosas que pasan cuando todo confluye para tu bien y que las notas si estás atenta, muy atenta.
Compré una azalea en kokedama el 2015. Daba flores preciosas fucsias y blancas y de pronto luego de un tiempo empezó a ponerse fea, marchita y ya no daba flores. Estuvo así por meses. Yo la seguí regando, algunas veces Doris, luego siempre ella. La veía y me daba pena y quería que florezca, le hablaba, le pedía por favor y nada. 
De pronto, noto un botón pequeño que poco a poco fue creciendo y se transformó en una linda flor, la única. Desde esa vez hasta ahora no ha vuelto a dar flores. ¿No es acaso una bella coincidencia? El nacimiento de una nueva vida llena de esperanza y de cosas buenas. 



Lucho tuvo que viajar a inicios de septiembre a Chile. A su retorno, trajo el primer regalo para nuestro bebé. 

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Los días pasaban y me iba llenando de temores. ¿Cómo una mamá que ya había pasado por este trance podía sentir miedos y dudas?. Pues sí, los sentía. No quería que me ocurra lo mismo que con Rafaella.

Cuando Rafaella tuvo un año y yo ya había leído y recontra leído acerca de la crianza con apego y de los partos respetados, tenía la necesidad de aprender más y de ayudar a otras mujeres a encontrarse a si mismas y a empoderarse (palabra que no me gusta mucho por como suena, pero ese es el término). Cruzó por mi camino en esa época la oportunidad de ser doula. Dentro de la formación, tuve que contar mi experiencia de parto. Lo conté tal cual lo hice en este blog y muy orgullosa yo, creyendo haber tenido un parto de maravilla y que no sufrí de violencia obstétrica (tal vez lo sabía pero no me quería dar cuenta). Sentía una desazón cada vez que lo contaba, algo no encajaba, algo estaba mal.

Pasaron los años y seguí leyendo y a medida que leía me iba dando cuenta que lo que me ocurrió no fue por algo malo conmigo o porque mi cuerpo no respondía. A mi me asustaron, tanto que me bloqueé al punto de que eso que llaman "borrar el cuello uterino" (que tan bien estaba yendo) se pasmó al saber que mi parto se podía adelantar. Nadie me dijo que podía borrarse y dilatar hasta el último momento. Nadie me dijo que del susto ahuyenté a la oxitocina y que todo lo que me ocurría no era físico sino emocional. 
Tampoco me dijeron que el riesgo de inducción de parto era muy alto. Tampoco que las contracciones originadas por la oxitocina sintética son muy fuertes y que sí o sí demandaría una epidural. Tampoco me dijeron que la maniobra Kristeller que me practicaron está prohibida, ni que decir de la episiotomía (me la hicieron, comprendo por lo que mi doctor me explicó que en primerizas puede ser necesario, con lo que puedo estar de acuerdo, pero no me avisaron).
Nadie me dijo que podía esperar y que me distraiga, que no había problema, que mi cuerpo sabía parir y que yo podía hacerlo. 
Definitivamente necesité una doula y más que una doula, necesité creérmela. 

Estaba muy preocupada respecto a como sería este parto, no quería que me ocurra lo mismo, no quería que nada me asuste, que nada perturbe mi tranquilidad, que yo no me sabotee y termine en una cesárea. Tenía tantos miedos tontos que ya no sirve escribirlos aqui. Todos estos miedos eran por no creerme capaz, por no confiar en mi. 

Providencialmente, apareció un anuncio en facebook de un taller de doulas a cargo del Colectivo Maternar (Aivi Sissa - a quien acudí para que me ayude con el destete de Rafa-, Andrea Bettocchi y María de los Angeles Chero). 

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Fui tan feliz de verlo y lo interpreté nuevamente como una señal. Qué mejor que estar junto a otras doulas en mi proceso de embarazo. Se lo comuniqué a mi querida Nicole, una amiga colega y doula con quien también compartí mis dudas y me dijo algo que nunca olvidaré: Tu cuerpo sabe exactamente qué hacer, ya lo hizo antes. 
Bastaron esas palabras para sentirme más confiada.

Ya en el curso base, llegó el momento de contar mi historia de parto. Nuevamente iba yo a la carga a contar la maravillosa historia, cuando al concluir y luego de debatir, Aivi nos dice algo como que a veces nos engañamos a nosotras mismas y no queremos reconocer que fuimos víctimas de violencia obstétrica (ouch, directo al corazón). Solo para cerrar el capítulo Rafaella, debo decir que todo este proceso me ayudó a sanar su parto. Comprendo que lo que me ocurrió no fue mi culpa y acepto el parto como vino y agradezco que gracias a cómo fue, mi hijita llegó a este mundo. Ya no me duele. 

Ese fin de semana fue lleno de emociones. Las palabras de cada mujer que asistió, así como de las ponentes fueron muy importantes, sobre todo las de Ruro Caituiro que aun resuenan (y no solo sus palabras, sino su fuerza, su presencia, su sabiduría). Lloré mucho los días siguientes y entendí que esta hijita mía me estaba llevando por una búsqueda, la búsqueda de mi misma (y no se detiene). Fue tan necesario tenerlas cerca en ese momento porque pude recibir las palabras precisas y necesarias. 

Los meses pasaron, entre nauseas, internamientos, conversaciones, meditaciones, problemas algunos ligeros otros muy serios, navidades, año nuevo y el verano.
Me di cuenta que no le estaba dando el tiempo necesario a mi bebita, no podía conectar con ella, me estaba negando eso, ya sea por el trabajo, por el calor (fenómeno del niño) o por miedo (nuevamente). Traté de leer el libro "El vínculo afectivo con el niño que va a nacer" que me regaló mi suegra durante el embarazo de Rafa, pero la mayoría de ejercicios se tenían que cumplir con cierta frecuencia y eso me estresaba un poco. Hice algunos ejercicios y algunas meditaciones durante el embarazo según indica el libro pero muchos de ellos ya eran familiares para mi porque toda mi vida me la he pasado en un proceso largo de autoconocimiento. Si eres una persona metódica, tal vez este libro te sirva. Es un buen libro, tiene mucho material util, pero no es para mi. 

Resultado de imagen para el vinculo afectivo con el niño que va a nacer thomas verny


A falta de tiempo mamá-bebé, decidí iniciar clases de esferokinesis junto a Karine Aguirre en enero. Me relajó muchísimo. Karine es una persona fabulosa y transmite muchísima calma y empatía. Los ejercicios que hicimos, me ayudaron mucho a conectar con mi cuerpo y con mi bebé. 

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Fue necesario ese tiempo para hacer una pausa, para conversar con otras mujeres, escucharlas, ayudarlas tal vez desde lo que sé (en realidad me moría por hacerlo, se me sale, pero debo aprender también que la ayuda solo es bien recibida cuando es pedida) y para trabajar mi cuerpo. 

Pero, parece que para el universo, ese tiempo no era suficiente porque en febrero, justo un día que me reuní con Nicole en el parque, me hice un esguince en el tobillo izquierdo lo que me llevó a descansar casi por tres semanas. 



Necesité ese descanso.

Mientras, mi barriga crecía y crecía.



Aproveché ese tiempo también y los meses que quedaron para leer los libros de la lista de DONA International para convertirse en doula certificada que me compré el año pasado. Solo debo decir que le doy todo mi amor a Ina May Gaskin. Leerla me abrió los ojos, me dio mucha seguridad. Leer las historias de las madres, cómo me sentía identificada con muchas de ellas y cómo Ina entreteje, ayuda, soporta. Qué poderosa es. Toda mujer embarazada debería leerla. 



Ni bien me recuperé, volví a la esferokinesis y estuve yendo hasta una semana antes de parir. Necesitaba ese espacio de nuevo, mecerme con las esferas, confiar en mi cuerpo, relajar. 

Ya era la recta final, en pocas semanas llegaría el gran momento. Comencé a tener un poco de miedo nuevamente, el cual iba neutralizando con "afirmaciones positivas", las cuales grabé en mi celular y las oía todos los días:

- Yo se parir, mi cuerpo sabe parir
- Muchas mujeres están en trabajo de parto como yo.
- Mi cuerpo es maravilloso y está hecho para dar vida.
- Mi bebé y yo trabajamos juntas.
- Confío en mi instinto
- Soy una mujer fuerte y capaz

También acudía a Nicole cuando tenía una duda o simplemente necesitaba conversar. Ella siempre se preocupó por mi y de cuando en cuando me mandaba un mensaje para saber como estaba (long distance doula).

Quería saber cómo sería que el trabajo de parto inicie de manera espontánea. No sabía cómo era una contracción "natural". Tenía miedo a que mi hija no se posicione, pero es tan sabia la vida que desde el quinto mes, ella se puso de cabeza. Tenía miedo a tener placenta previa, pero le hablé tanto a mi placenta que solita se fue hacia arriba. Tenía tanto miedo a que mi hija no encaje, que lo hizo desde la semana 38 y supo esperar a papá que se fue de viaje los primeros días de abril. Le hablé también a ella y me escuchó porque sabía que ella y yo trabajamos juntas. Al dolor no le tuve tanto miedo, ya lo había sentido. Leí un poco acerca del parto sin dolor, a Casilda Rodrigañez, a Ina May y pensé que el dolor es mi amigo y no había porque temer.

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Llegó la semana 38. Ina May se volvió mi lectura de cabecera. Había repasado las guías del parto de pe a pa, estaba trabajando en mis afirmaciones, hacía mis ejercicios de esferokinesis, me mentalicé en que lo que me dijera mi doctor no me afectaría, si Vera tenía que nacer ese día, no importaba. Sin darme cuenta, estaba siendo mi propia doula. Confié y me abracé mucho.

No quise dejar nada pendiente, nada que perturbe mi trabajo de parto, nada que me mantenga en prodromos por una semana porque mi cabeza crea que algo me falta o tengo algo por hacer. 
Ordené mi casa, la limpié, preparé mi nido, conversé con Lucho, salí de licencia tres semanas antes de mi fecha probable de parto, me relajé.

Fui a la última clase de esferokinesis con Karine, y le comento que ya no podía hacer el ejercicio del gato, sentía dolor en la pelvis cada vez que quería llevar la cadera hacia adelante. Algo me decía que mi niñita estaba encajada. 
Dicho y hecho, al miércoles siguiente mi doctor me dijo que ya estaba encajada. Era miércoles de Semana Santa. Según él, tenía para una semana más, pero no sabía que mi hija es apuradita y así como se engendró, así quiso salir, al toque.

No le hice mucho caso, esta vez no haría caso a nadie. Mi corazón de madre sabía que se adelantaría, lo supe desde hacía varios meses. 
Ella llegó la semana 39, lloró ni bien su boca salió al exterior, ni siquiera su cuerpo terminó de salir del canal del parto. Salió abriéndose paso. Todo fue perfecto.

Sin toda esta preparación previa, tal vez no la hacía (tal vez sí, quien sabe). 
Solo se que esta bebita es mi pequeña maestra, que desde que llegó y por cómo llegó ha venido a mi y a esta familia por un motivo en particular y aunque creo saber cual es, espero que la vida me lo muestre y poder abrazarnos juntas (las tres, porque las tres estamos en esto) y celebrar lo bello y mágico de la vida. 

Solo espero que sea pronto.💗💗

miércoles, 31 de mayo de 2017

11:11

11:11 Make a wish.

Dicen que si pides un deseo a los once minutos de las once horas, tu deseo se cumplirá. Es una hora mágica, de sincronía, donde tu conciencia despierta y se abren canales de conexión con lo divino (Dios o la deidad en que creas). Claro si es que ves la hora de manera casual, algunas veces porque tu intuición es quien se da cuenta y otras veces guiada por tus ángeles diciéndote que vas por buen camino (son esos guiños de la vida). Yo quiero creer que me pasaron las dos cosas. 

Desde mayo o junio del año pasado, veía el reloj a las 11:11. Me pasó una vez, luego dos. Entonces, pensé en pedir un deseo. 
Para esas fechas, tenía un par de proyectos personales en mente. Ambos de largo aliento y que demandarían toda mi energía si se concretaban. Lo malo es que los dos no podían darse a la misma vez. Tenía que elegir uno por encima del otro y el elegido sería mi deseo. 
Finalmente elegí el "proyecto" que hoy ocupa todo mi corazón (o parte de él porque lo comparte junto con su papá y su hermana). 

Elegí embarazarme. 

Ya habíamos conversado mi esposo y yo respecto a si tener o no otro hijo. Así que me pasé casi tres meses meditando y deseando tener otro hijo. Lo quería desde el fondo de mi corazón.
A pesar de eso, no estaba segura si era lo correcto, un hijo no es un juego, demanda tiempo, dedicación y porque no decirlo, dinero.
El tener un hijo aplazaría mi otro proyecto; pero si empezaba por mi otro proyecto, el tiempo pasaría y me haría mas vieja, menos paciente y la diferencia de edades entre mis hijos sería mayor. 

Y es así que entre dudas y devaneos, entre sueños e ilusiones, entre onces y onces, llegó julio.
Ese mes mi esposo me dijo que lo intentemos, así que lo intentamos.

Embarazarme la primera vez me demoró dos años, seis monitoreos ovulatorios, seis inyecciones de hormonas y una inseminación artificial, así que pensé que esta vez sería tan difícil como la anterior. 
Lo intentamos una vez y eso trajo a nuestra mente todo lo que vivimos para traer a Rafaella, nuestra hija mayor, y nos produjo mucho stress. Casi al unísono nos dijimos que no queríamos pasar por lo mismo y decidimos dejar de buscar. 
Mi sueño se vino abajo y la ilusión que tenía también. Me dolió la decisión pero comprendí que las cosas pasan o no pasan por algún motivo.

Aqui casual, decidiendo.


El 24 de agosto, y solo para salir de dudas y saber que podía seguir con mi vida normal sin hacer daño a nadie (mentira, secretamente deseaba estar embarazada), me hice un test y salió positivo. No lo podía creer.




Era increíble. Luego de haber sufrido tanto la primera vez, luego de tantas lágrimas, luego de tanto tiempo, esta vez que dijimos ya no, PUM se hizo realidad a la primera. Mi sueño se cumplió. Vera, mi segunda hija, ya estaba en mi vientre.



Yo tengo mi propia teoría: Vera, al ver que sus padres desistieron a los tres días de intentarlo y que ya no la buscarían más, agarró viaje apenas pudo y dijo "es ahora o nunca". Ella tenía que llegar, casi de sorpresa, muy puntual ella. 

Tenía una mezcla de emociones. Una alegría inmensa pero también mucho miedo y dudas por lo que vendría. Cómo lo tomaría Rafaella?,  Cómo nos organizaríamos?, Cómo haría con las malas noches y la lactancia de nuevo?, y el parto?, tendrían que inducirme de nuevo?, y los gastos?.
Sola me cuestionaba y luego sola me consolaba porque tenía respuesta para cada pregunta, solo que necesitaba hacerlas una y otra vez. Ya había pasado por todo eso, pero aun así me sentía primeriza.

Los primeros meses no fueron simples. Al momento de decidir, olvidé por completo que sufrí de hipermesis gravidarum en mi primer embarazo y que no la pasé bien, al contrario, la pasé muy mal. En este embarazo no fue diferente. 
A pesar de eso, pasaron muchas cosas durante este periodo que me hicieron dar cuenta que "you were meant to be", querida y soñada hijita...

...y en honor a eso, debiste llamarte "Eleven", así como el personaje de "Stranger Things".